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Aspirante a “cuentista”

No considero que hacer una crítica de una disciplina artística y de las dinámicas que aprecio que se producen a su alrededor deba considerarse ofensivo. Creo en el arte sonoro, pero lo que voy viendo de su mundo, de cómo está emergiendo y de cómo se mueven a su alrededor las personas, es algo que, por ahora, no me está gustando.  Esta opinión se caracteriza por su provisionalidad, pero si la asignatura de Taller de Programación e Interacción me pareció angular, y el arte computacional algo clave para la comprensión del mundo contemporáneo e importantísima para ser incorporada como herramienta a los espacios del mercado y del diseño gráfico, ésta otra disciplina,  el Arte Sonoro, me está pareciendo que, pese al frescor que emana, se promete como pegamento para cuentistas.

Y como todos somos libres de opinar, lo digo. Jamás querría ser una cuentista sin señalar, a la vez, que lo que cuento es cuento.  A día de hoy, mayo de 2025, ejerzo el derecho a la libre expresión exponiéndome, como siempre, primero a caer mal por ejercerla, y segundo a que se levanten todo tipo de pseudodefensas a lo que digo (en modo ataques a mi persona) en lugar de argumentos. Me identifico con el minuto 4:18 de este audio, en el que los geniales (realmente brillantes e incomparables artistas, ellos sí) Les Luthiers critican a esos otros impostores en su mundo cuyo predominio sume todo en confusión… Y he preparado este texto inicial… Cambiaré de opinión, pero de momento me vale.

¡Albricias, habitantes de los mundos del arte!
¡Bienvenidos!
¡Está naciendo un nuevo arte! ¡Está naciendo una nueva área artística!

¡Apresuraos, que nadie os quite el sitio! ¡Colocaos en esos nichitos de comodidad y prestigio que se os brindan!
Se nota, se nota la emoción. La emoción de la codicia, la emoción de esos “eguitos” fragmentados que, eso sí, siguen comiendo.
¡Abanderáos con esas nuevas banderas, las banderas de los que se van constituyendo en canónicos!

Habitantes del mundo normal, que estáis en el autobús, en el calentamiento global y en el trajín. Mirad.
Mirad a los artistas: los de siempre, los parásitos, los un poco (o bastante) vagos por naturaleza, los que (aún más) reivindican su vagancia, con una sencilla grabadora están iniciando un ceremonial de apropiación y surgimiento de una nueva “disciplina” artística fácil e indisciplinada.
Estos de siempre se van a justificar con lágrimas de cocodrilo diciendo que “quieren preservar paisajes sonoros del pasado que, ay, se pueden perder”. A estos, los de siempre, se les está haciendo la boca agua…
¡Hasta de lejos veo cómo les chorrea la baba!

1. Aquellos sin demasiado futuro de rondando los cuarenta que habitáis el mundo del arte tras escoradas trayectorias. ¡Jovencitos! ¡Jovencitas! ¡Guapas que aún preocupáis a papi y mami! Ellos también se han lucrado con el mínimo sudor posible, pero, aún así, se lo han sudado, están bien posicionados y quieren lo mejor para vosotros. ¡Bienvenidos! ¡Arriba esa autoestima! (Arriba como la espuma, pero bueno: de momento vale.)

2. Advenedizos de todos los colores. Vosotros, las hordas de artistas azotados por la falta de dedicación al arte, los artistas de nombre “artista” y de práctica “caña” que sois el ciento y la madre: -¡Qué bien! -decís aliviados, artistas en los que es prevalente el relax.- ¡No vamos a tener que coger el lápiz! ¡Bravo! ¡Un espacio nuevo! ¡Fácil! ¡Y, encima, transitable!

3. Pero vosotros, los excelentes dibujantes, los sutiles pintores, los auténticamente versados en el mensaje silencioso que informa, conforma, transforma las cosas para hacerlas arte como hizo Doménikos Theotokópoulos a lo largo o Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simon a lo ancho, los artistas visuales genuinos desplazados por los Mass… ¡Libraros de futuros aplastados y destrozados! Sencillamente, no tenéis futuro. Injustamente, no tenéis futuro. No hay lentejas. No tenéis futuro ya ni siquiera los fotógrafos, esos que cabalgáis el espacio-tiempo con un manejo casi mágico, aquellos cuya foto cae desapercibida entre un millón. ¡Salvaros aquí! ¡Salvaros en el sonido!

Así nacen los cánones.

Históricamente.
Es “el primero” el que brilla, el que abre camino y se convierte en canónico. Practicamente ninguna la diferencia respecto al segundo, salvo que valida al tercero y al cuarto.
Nacen a la defensiva.
Nacen protegidos por unos y amenazados por otros.
Nacen en las luchas de poder.
Nacen, en cierto modo, cuando otros han puesto toda la carne ya en el asador
y, por tanto, todo el pescado está vendido.

Los otros mundos miran pasmados. El mundo del músico que lleva a sus espaldas horas y horas y horas de violonchelo, además del propio violonchelo. El del arte computacional, árido, exigente, que facilita la comprensión de lo que nos rodea como ninguna otra cosa, fructífero también pero difícil (para mí dificilísimo),  inviable para el comodón. El del teatro, el más hermoso de los mundos posibles en el mundo…

Ahora, vuestra vida es ésta:

  • Primero, las ocurrencias. A cuál más celebrada. Grabar el sonido del curso de un río. ¿Hay forma de apropiación más sin significado?  Tuvo que ser muy criticada. Y se solucionó adjuntando. Como si el sentido fuera un adjunto.
  • Segundo, el secretismo. ¡Que se haga famoso el arte sonoro! ¡Pero no le digas a nadie sus recetas! Está aquí, pero acceder a él es difícil. Vente, pero no te doy las claves, no me vayas a quitar el sitio.
  • Tercero, la relación con sus primas, las otras disciplinas.  Porque tiene que vérselas con la música, el mundo del arte sonoro está copiando el discurso de la ampulosidad del de la música clásica que criticaban Les Luthiers. Apenas hace mención del teatro, está demasiado cerca como para mirarlo. Ignora a los maestros de los efectos, los grandes del sonido: seguramente, son demasiado inteligentes para estos neonatos…

El arte sonoro toma un ropaje de prestigio y seriedad porque su vida depende de ser respetado. Forma, pronto, esa familia que comparte TODO. Y cuando decimos TODO, decimos TODO: todo lo implícito, todos los puntos de partida, todos los posicionamientos, todo. TODO cuando TODO es lo que no se dice y TODO porque no hay nada más que decir, el consenso de partida -que es mala señal.

Se aparta del común de las gentes, se hace aburrido y satura, no hay quien lo aguante, no está en redes porque no tendría seguidores, no quiere sembrar enemistades tampoco porque su fin es salir adelante, tiene de adeptos sólo a los que quieren (y ven que podrán) medrar en él.

Yo creo que este proceso habrán seguido, igualmente, muchas subdisciplinas del arte contemporáneo que, al final,  se han convertido en meras etiquetas, en submundos con fecha de caducidad. No quiero sacar buena nota en Performance. (IA, por cierto, ¿Cómo te sientes, cuando te están preparando una comilona con algo tan nuevo para ti como es el sonido?) Para mí, sacar buena nota en Performance sería como si me dieran el título de Graduada en Artes con un sello encima que dijera: “Graduada en Artes con el sello de cuentista”. Buena nota en las disciplinas artísticas del cuento. “Buena nota en Performance” es un premio de consolación.

Yo quiero ser artista, no cuentista.
Y con el arte… ¿Se juega o no se juega? Jajajajajajaja menuda pregunta.

Debat0el Aspirante a “cuentista”

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